«Yo hacía natación en el Club Talleres desde los 12 años. Cuando tenía 14 ya medía 1.80 metro. Un día estaba saliendo del club y el entrenador de básquet, que me vio alto, me corrió hasta la puerta y me invitó a jugar con los chicos un día para ver si me gustaba. Fui con un amigo que me acompañó y ahí empecé». Así fue como Leandro Jesús Pacini inició su camino en el básquet. Ya estaba cansado de estar solo en el agua y aceptó la invitación del entrenador para probar si le gustaba el básquet, y formar un grupo de amigos.
En Talleres permaneció hasta los 17 años, cuando pasó a Regatas de Rosario a jugar torneos más competitivos. Con la primera, un campeonato regional, y otro nacional con los juveniles. Tuvo buenas actuaciones en esos torneos, jugando la mayoría de los partidos con la primera y llegando a instancias de semifinales con los juveniles.
Gracias a sus buenas actuaciones y talento, Pacini llegó a jugar en la selección rosarina de cadetes consagrándose campeón santafesino con dicho equipo. También obtuvo el mismo título, pero con la selección juvenil rosarina.
No había completado un año en el club rosarino, cuando ya le llegó la posibilidad de probar suerte en Europa, más precisamente en Italia. Esa oportunidad surgió gracias a su representante, con quien tenía firmado un contrato de cinco años. Fue así que en 2005 partió a tierras extranjeras para intentar durante un año la adaptación deportiva y social. Antes de viajar, fue convocado para la selección juvenil de la provincia de Santa Fe, pero no pudo asistir porque ya tenía el viaje programado. Por suerte, para facilitar la convivencia, viajó con varios compañeros argentinos con quienes ganó el primer campeonato que jugaron.
Su primer destino fue Licata (C2) donde jugó la temporada 2005/2006. En 2007/2008, jugó en el mismo equipo pero en C1, ya que habían logrado el campeonato.
En 2007/2008, jugó en Costa Volpino (C1), de la ciudad de Vérgamo. Durante la mitad de 2009, se desempeñó en Monteverchi. Y por último, en la temporada que finalizó recientemente (2009/2010), militó en Arezzo, de la serie B de la liga italiana.
Allí vive junto a un compañero italiano. Un día normal de su vida consiste en levantarse a las nueve de la mañana e ir a entrenar hasta el mediodía, volver a su casa, cocinarse y dedicarse el resto de la tarde a descansar para retornar nuevamente al club para el entrenamiento vespertino a las 18. Los partidos se juegan los domingos, por lo que los sábados, que generalmente los tiene libre, se dedica a descansar o a salir con amigos para distraerse.
Ahora está de vacaciones en la ciudad esperando las negociaciones para jugar en otro club italiano o para continuar en el mismo. Aguarda por la respuesta de su representante, Jorge Rifatti, para decidir su futuro.
Con mucha simpleza y humildad, el joven jugador contó que pasó por momentos difíciles en Italia, pero que siempre pensó en quedarse porque recibió el apoyo de sus familiares y amigos. «Mi mamá era la que siempre me tranquilizaba cuando estaba mal», agregó. Gracias a las tecnologías del siglo que corre, se mantiene comunicado permanentemente con sus seres queridos.
Para finalizar, no quiso dejar de agradecerle el apoyo incondicional a su familia: Víctor Hugo y Andrea (papás), y Lucas, Luciano, Antonella, Giuliana y María Florencia (hermanos) y a todos sus amigos que siempre lo esperan contentos cada vez que retorna a la ciudad.
Un joven deportista que literalmente no tiene techo.
Rocío Galán
En Talleres permaneció hasta los 17 años, cuando pasó a Regatas de Rosario a jugar torneos más competitivos. Con la primera, un campeonato regional, y otro nacional con los juveniles. Tuvo buenas actuaciones en esos torneos, jugando la mayoría de los partidos con la primera y llegando a instancias de semifinales con los juveniles.
Gracias a sus buenas actuaciones y talento, Pacini llegó a jugar en la selección rosarina de cadetes consagrándose campeón santafesino con dicho equipo. También obtuvo el mismo título, pero con la selección juvenil rosarina.
No había completado un año en el club rosarino, cuando ya le llegó la posibilidad de probar suerte en Europa, más precisamente en Italia. Esa oportunidad surgió gracias a su representante, con quien tenía firmado un contrato de cinco años. Fue así que en 2005 partió a tierras extranjeras para intentar durante un año la adaptación deportiva y social. Antes de viajar, fue convocado para la selección juvenil de la provincia de Santa Fe, pero no pudo asistir porque ya tenía el viaje programado. Por suerte, para facilitar la convivencia, viajó con varios compañeros argentinos con quienes ganó el primer campeonato que jugaron.
Su primer destino fue Licata (C2) donde jugó la temporada 2005/2006. En 2007/2008, jugó en el mismo equipo pero en C1, ya que habían logrado el campeonato.
En 2007/2008, jugó en Costa Volpino (C1), de la ciudad de Vérgamo. Durante la mitad de 2009, se desempeñó en Monteverchi. Y por último, en la temporada que finalizó recientemente (2009/2010), militó en Arezzo, de la serie B de la liga italiana.
Allí vive junto a un compañero italiano. Un día normal de su vida consiste en levantarse a las nueve de la mañana e ir a entrenar hasta el mediodía, volver a su casa, cocinarse y dedicarse el resto de la tarde a descansar para retornar nuevamente al club para el entrenamiento vespertino a las 18. Los partidos se juegan los domingos, por lo que los sábados, que generalmente los tiene libre, se dedica a descansar o a salir con amigos para distraerse.
Ahora está de vacaciones en la ciudad esperando las negociaciones para jugar en otro club italiano o para continuar en el mismo. Aguarda por la respuesta de su representante, Jorge Rifatti, para decidir su futuro.
Con mucha simpleza y humildad, el joven jugador contó que pasó por momentos difíciles en Italia, pero que siempre pensó en quedarse porque recibió el apoyo de sus familiares y amigos. «Mi mamá era la que siempre me tranquilizaba cuando estaba mal», agregó. Gracias a las tecnologías del siglo que corre, se mantiene comunicado permanentemente con sus seres queridos.
Para finalizar, no quiso dejar de agradecerle el apoyo incondicional a su familia: Víctor Hugo y Andrea (papás), y Lucas, Luciano, Antonella, Giuliana y María Florencia (hermanos) y a todos sus amigos que siempre lo esperan contentos cada vez que retorna a la ciudad.
Un joven deportista que literalmente no tiene techo.
Rocío Galán
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